El nombre de “La encina de Zeus” no es propiamente filosófico, aunque la temática de este blog sea en su mayor parte filosófica. No obstante, es sobradamente conocida la metáfora del árbol del conocimiento ofrecida por Descartes.
¿Por qué la encina? Porque es nuestro árbol más característico. “En un país con árboles pequeños o regalos a las montañas y las vegas de los ríos, la encina aparece como el gigante negruzco de tallo corto y grueso, de copa amplia y espesa, capaz de albergar a todos los animales de la dehesa y de alimentarlos con su fruto: las bellotas” (NEWMAN, A. Árboles guardianes de la magia). Además, dicen que Zeus, el rey de los dioses, meditaba debajo de una encina para encontrar solución a sus problemas.
Por todo ello, ¿qué mejor lugar para reflexionar, dialogar y respirar que una encina?...
(Si no estás familiarizado con la estructura del blog, encontrarás, en la barra lateral de la derecha, las Etiquetas o títulos de los temas que trato en el blog, así podrás navegar sin problemas. Además dispones, como etiqueta, del Mapa del blog, que te desplegará los diferentes temas con las distintas entradas.)

jueves, 2 de agosto de 2012

INTELECTUALISMO MORAL

El intelectualismo moral ha sufrido grandes críticas como teoría ético-política. Es posible señalar que estas críticas estas realizadas desde una lectura “academicista” de los planeamientos éticos de Sócrates y Platón, al entender la identidad: conocimiento = virtud = felicidad, desde una perspectiva contemporánea y occidental del conocimiento. Es decir, al entender que el saber (conocimiento teórico-científico) es necesario y suficiente para llevar una buena vida. El conocimiento al que hacen referencia los clásicos es al que se entiende como sabiduría, en su plena dimensión teórico-práctica. Así, desde el intelectualismo moral, para ser justo es necesario “saber” realizar la justicia, pero aquí esta palabra no solo designa un conocimiento explícito y teórico de la justicia sino la posesión de una habilidad o disposición para la realización de acciones justas. Es decir, la sabiduría implica dominar el arte de ser feliz, la ética, por lo que no es suficiente un conocimiento científico de la realidad. Por ello, con buen criterio, Platón no proponía un tecnócrata como gobernante sino un sabio.
Desde esta nueva lectura del intelectualismo moral, ¿necesitamos que nuestros políticos sean tecnócratas? ¿La ética es imprescindible para la política?... Reflexiona y comenta.

3 comentarios:

  1. Muy buenas José María! Pasé a visitar tu blog y bueno, sabes que me gusta mucho este tema así que intentaré comentar algo lógico.

    No es que la ética sea imprescindible, sino necesaria en y para la política. En cuanto al tecnocratismo, creo que es una exageración de algunos planteamientos filósoficos que proponen que los políticos sean personas preparadas, creo que tanto en este aspecto como en el intelectualismo moral se ha producido en estas últimas decadas una importante malinterpretación. El político no tiene por qué ser tecnócrata, no tiene por qué ser un sabio experto economista o administrativo, cuando en filosofía escuchamos la preparación del político, en mi opinión, se refiere a que el político esté preparado para eso, para ser político, con la responsabilidades y conocimientos necesarios que dependiendo de la época histórica, el sistema económico y la situación conlleva.

    En cuanto al intelectualismo moral, en mi opinión, no es sabiduría el requisito necesario para, por medio de la virtud, llegar a la felicidad, sino la educación. Más que sabiduría, educación. Por medio de una educación sana, universal y en un sistema (utópico) igualitario, no nos sería necesario hablar de ética en la política, porque la propia ética universal debería estar "implantada" en la propia educación. No sería necesaria tecnocracia. Más que intelectualismo moral, y de intentar llegar a la felicidad por los conocimientos y sabidurías, debería ser más importante la educación, acumulando conocimientos y sabiduría no llegamos a alcanzar la felicidad, pero por medio de la educación, la ética y el civismo podemos aprender y darnos cuenta de cómo, cuándo y con quién podremos alcanzar la felicidad plenas en nuestras vidas.

    Dominar el arte de ser feliz es una tarea, a mi modo de ver, imposible. Tengo un concepto muy relativo de felicidad, como hemos hablado alguna vez en clase. Yo no comparto el concepto general de felicidad, ese concepto para mí es alegría. Para la felicidad sería un estado alegre pleno, algo quizá utópico o quizá no, de una manera u otra, está claro que el sistema actual nos hace diferenciarnos y eso no ayuda para nada en la búsqueda de la felicidad, quedando mucho más lejos la felicidad colectiva y plural.



    Espero que estés bien José María! En septiembre me acercaré algún día a hacerte una visita al instituto :) Un saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Juanlu:

      Como siempre, es un placer leer tus reflexiones. Quizás es un poco tarde para hacerte algunos comentarios. Me ha sido difícil hacerlo antes. He copiado tu comentario, y te pongo entre paréntesis algunas notas de dialogo, algunas ideas que pretender dialogar con tus pensamientos.

      El sistema del blog no me deja exponer todo tu comentario junto con mis notas, por ello lo he dividido en dos partes.

      Te deseo lo mejor. Sobre todo felicidad…

      PRIMERA PARTE:

      “No es que la ética sea imprescindible, sino necesaria en y para la política. En cuanto al tecnocratismo, creo que es una exageración de algunos planteamientos filosóficos que proponen que los políticos sean personas preparadas, creo que tanto en este aspecto como en el intelectualismo moral se ha producido en estas últimas décadas una importante malinterpretación. El político no tiene por qué ser tecnócrata, no tiene por qué ser un sabio experto economista o administrativo, cuando en filosofía escuchamos la preparación del político, en mi opinión, se refiere a que el político esté preparado para eso, para ser político, con la responsabilidades y conocimientos necesarios que dependiendo de la época histórica, el sistema económico y la situación conlleva. (Efectivamente, el político no debe ser un tecnócrata. Esta es la propuesta que se ha planteado para afrontar los problemas de la sociedad contemporánea. La línea del intelectualismo moral, tal como yo la entiendo no persigue un político tecnócrata, es decir, un político con una excelente formación teórica-científica. La política exige un político con “sabiduría”, es decir, con una formación ético-práctica. Así, no es suficiente que el político sepa mucha economía, derecho o relaciones internacionales. Al mismo tiempo, no basta que el político predique una escala de valores morales que conducen a la excelencia moral. Es imprescindible conocer lo que está bien, pero también ser consciente de esos valores. Así, por ejemplo, no es suficiente que el fumador sepa que fumar es perjudicial para su salud, debe “despertar” su conciencia en esa línea, y ser consciente de ese perjuicio. En este sentido, el “carácter” moral se construye desde las convicciones hacia las acciones, siendo estas últimas las que construyen nuestro “ser” moral de forma práctica. Por consiguiente, el político tendrá las manos menos “sucias”, en tanto que “construya” un carácter moral de convicciones conscientes, fruto de una sabiduría teórico-práctica).”

      Eliminar
    2. SEGUNDA PARTE:

      "En cuanto al intelectualismo moral, en mi opinión, no es sabiduría el requisito necesario para, por medio de la virtud, llegar a la felicidad, sino la educación. Más que sabiduría, educación (la educación, como bien señala Paltón, es el medio para alcanzar la “sabiduría”, en el sentido anteriormente descrito. Es en esa educación como se adquiere esa formación teórico-práctica de la que he hablado en párrafos anteriores. Por medio de una educación sana, universal (¿en qué sentido?) y en un sistema (utópico) igualitario, no nos sería necesario hablar de ética en la política (la ética y la política siempre están en íntima relación como el amado y la amada), porque la propia ética universal (si estás hablando de un mismo planteamiento moral ante la vida, sería plantear un pensamiento único, generador de dogmatismos y actitudes antidemocráticas. Deben existir unos mínimos morales y culturales –universales- que giren en torno a la dignidad humana, pero, igualmente, deben arbitrarse unos máximos de felicidad, es decir diferentes planteamientos de vida feliz, que son los que generan los diferentes teorías éticas) debería estar "implantada" en la propia educación. No sería necesaria tecnocracia (si por tecnocracia se entiende conocimiento científico-técnico para entender y afrontar la realidad, ésta no sobra, pero no es suficiente). Más que intelectualismo moral, y de intentar llegar a la felicidad por los conocimientos y sabidurías, debería ser más importante la educación (estamos hablando de los mismo, solo que utilizas los términos “sabiduría”, “intelectualismo moral” y “educación” en un sentido academicista e institucionalizado. Efectivamente, la educación construye nuestro carácter y nos aporta formación teórico-práctica, nutriéndonos de “sabiduría”. Y esto no es más que la propuesta moral del intelectualismo socrático-platónico), acumulando conocimientos y sabiduría no llegamos a alcanzar la felicidad, pero por medio de la educación, la ética y el civismo podemos aprender y darnos cuenta de cómo, cuándo y con quién podremos alcanzar la felicidad plenas en nuestras vidas.
      Dominar el arte de ser feliz es una tarea, a mi modo de ver, imposible (has hablado antes de un sistema igualitario utópico. La felicidad es una utopía que todos buscamos, por tanta es un arte, algo curativo, personal y utópico. No es un método, ni una ciencia, ni un saber, sino una construcción de vida). Tengo un concepto muy relativo de felicidad, como hemos hablado alguna vez en clase. Yo no comparto el concepto general de felicidad (no existe un concepto general de felicidad. Cada uno construye el suyo. No obstante, en este mundo globalizado y mercantil, la felicidad se está convirtiendo en una etiqueta más, en una “forma” de ser feliz que se “compra y se vende”. Es un producto más del fenómeno consumista y globalizador, que conduce a una única “forma” de ser feliz, la que exigen los mercados), ese concepto para mí es alegría (efectivamente, la alegría es la manifestación afectiva de la felicidad; es el estado anímico-emotivo de la felicidad). Para la felicidad sería un estado alegre pleno, algo quizá utópico o quizá no, de una manera u otra, está claro que el sistema actual nos hace diferenciarnos y eso no ayuda para nada en la búsqueda de la felicidad, quedando mucho más lejos la felicidad colectiva y plural."

      (Un abrazo. Te deseo lo mejor. Sobre todo felicidad).

      Eliminar