El nombre de “La encina de Zeus” no es propiamente filosófico, aunque la temática de este blog sea en su mayor parte filosófica. No obstante, es sobradamente conocida la metáfora del árbol del conocimiento ofrecida por Descartes.
¿Por qué la encina? Porque es nuestro árbol más característico. “En un país con árboles pequeños o regalos a las montañas y las vegas de los ríos, la encina aparece como el gigante negruzco de tallo corto y grueso, de copa amplia y espesa, capaz de albergar a todos los animales de la dehesa y de alimentarlos con su fruto: las bellotas” (NEWMAN, A. Árboles guardianes de la magia). Además, dicen que Zeus, el rey de los dioses, meditaba debajo de una encina para encontrar solución a sus problemas.
Por todo ello, ¿qué mejor lugar para reflexionar, dialogar y respirar que una encina?...
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lunes, 13 de noviembre de 2017



  • Tema: “Sócrates y Antígona: el respeto a las leyes (consenso) y la desobediencia civil (disenso).”
  • Lugar: Asociación Cultural Vela y Mora. Prado del Rey (Cádiz).
  • Día y hora: viernes, día 1 de diciembre, a las 17:30 horas.
  • Organiza: IES "Carlos III" en colaboración con el AMPA "Fabia Fabiana".

REFLEXIÓN INICIAL

« ¿Debe el ciudadano someter su conciencia al legislador por un solo instante, aunque sea en la mínima medida? Entonces, ¿para qué tiene cada hombre su conciencia? Yo creo que debiéramos ser hombres primero y ciudadanos después[1]. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo.»

H. D.THOREAU, «Desobediencia civil», en Desobediencia civil y otros escritos.

« […] Pues no se dejará de objetar que, si cada cual hiciera en cada momento lo que estime en conciencia debe hacer, con independencia de lo que digan las leyes, quizá la convivencia social se haría imposible. Y que, aunque ciertos casos de desobediencia pueden comprenderse dentro de regímenes autoritarios, tal vez carezcan de justificación en los regímenes democráticos, en los que la soberanía radica en el pueblo, de donde extrae su legitimidad el poder legislativo. Aunque, por otra parte, habría que preguntarse en función de qué principios un ciudadano va a actuar en contra de su propia conciencia; y, por tanto, hasta qué punto y en qué medida la desobediencia civil puede estar justificada, si es que en algún caso lo está.»

C. GÓMEZ SÁNCHEZ, Disidencia ética y desobediencia civil.

Sirvan los textos anteriores para tomar conciencia del conflicto entre la moral y la ley, la legalidad y la legitimidad, el individuo y el Estado, en el marco general de los dilemas históricamente planteados entre ética y política.
Ya lo planteó Kant, filósofo alemán del siglo XVIII: el verdadero problema de toda teoría política reside en la posibilidad de hacer compatibles las diversas voluntades individuales con una voluntad total, de tal modo que, lejos de destruir la autonomía de la voluntad individual, la haga valer y la reconozca en un sentido nuevo. Todo ello dificultado por la insociable sociabilidad, que a juicio de Kant define la naturaleza humana, y que más tarde reflejó el filósofo alemán del siglo XIX, Arthur Schopenhauer, en el dilema del erizo o el puercoespín en una la fábula escrita en 1851[2].
Por consiguiente, estamos ante un conflicto difícil de resolver: ¿hay que obedecer siempre la ley aunque ello suponga ir en contra de la propia conciencia moral, o debemos actuar de acuerdo con nuestros principios morales aunque vulneren la legalidad?

Ante esta cuestión encontramos diferentes enfoques, que podrían quedar enmarcados en los posicionamientos de dos personajes clásicos: Sócrates y Antígona.
En el año 399 a. C., el filósofo ateniense Sócrates (470-399 a. C.), fue condenado a muerte injustamente, bajo las acusaciones falsas de no respetar a los dioses y de corromper a la juventud. Mientras esperaba la ejecución de la sentencia, sus amigos prepararon su fuga y trataron de convencerle para que se escapara. Sócrates se negó, a pesar de considerar que se le condenaba injustamente, alegando que si escapaba estaría burlando las leyes que toda su vida había defendido, y que estas deben cumplirse siempre y no solo cuando nos convienen, ya que suponen la garantía de la convivencia en sociedad.
Recordemos que para Sócrates, como para la mayoría de los griegos, antes que individuos se consideraban ciudadanos, estableciendo el “bien común” y al “justicia social” como los objetivos prioritarios de la política y el Estado. Así, Sócrates, fiel a sus principios bebió,  la cicuta y murió ante la consternación de sus amigos y familiares.
Con todo, la muerte de Sócrates plantea un problema fundamen­tal: la relación entre el individuo, la sociedad y las leyes, y también el de la relación del in­dividuo con su propia existencia y con la justicia.
Antígona es el título de una tragedia de Sófocles (poeta trágico griego, 496-406 a. C.), basada en el mito de Antígona y representada por primera vez en el año 442 a. C. El personaje clásico de Antígona es un símbolo de la resistencia frente a las leyes injustas en nombre de la conciencia moral. Al haber muerto en la guerra los dos hermanos de Antígona e hijos de Edipo, Etéocles y Polinices, el rey Creonte, tío de ambos hermanos, publica un decreto por el cual prohíbe que se dé sepultura y se realicen honras fúnebres a Polinices, al que considera un traidor por haber muerto luchando contra su patria.
Antígona debe respetar y cumplir la ley dictada por el rey, pero al mismo tiempo está convencida de que no puede permitir que su hermano no sea sepultado, siguiendo los principios sagrados que responden a la ley de la familia y al derecho de los muertos a recibir un funeral, para que su hermano pueda descender al Hades, el mundo de los muertos, ya que para los griegos eran muy importantes los honores fúnebres, porque en caso de no celebrarse, el cuerpo del difunto sería condenado a vagar eternamente por la Tierra, imposibilitado para acceder al reino de las sombras. La intención de Creonte era que el cuerpo de Polinices fuese abandonado, como pasto de las aves de rapiña.
Antígona decide enterrar a su hermano contraviniendo la ley, y siendo consciente del castigo que habrá de sufrir: Creonte la condena a ser encerrada en una tumba hasta que muera, pero ella se ahorcara.

Nos encontramos ante dos modelos éticos diferentes, pero, quizás no necesariamente antagónicos. Uno se posiciona en la ética del consenso, que postula el pacto social entre los ciudadanos y el Estado, del que resultan unas leyes, fruto del consenso, al menos en un contexto democrático que exige el respeto a la ley para garantizar el Estado de derecho. El otro, fundamentado en la ética del disenso, sostiene que existen principios morales irrenunciables que están por encima de cualquier ley, por lo que se justifica la desobediencia a la ley por razones de conciencia, y por tanto, la desobediencia civil y la objeción de conciencia.
Estos últimos planteamientos pueden generar cierta polémica y conflicto político y moral…

Para seguir profundizando en el tema sugiero que sigas leyendo, si lo deseas, la continuidad del esta reflexión. Para descargarla cliclea sobre el siguiente título:


El debate queda abierto. Seguidamente se sugieren algunos interrogantes como posibles preguntas para desarrollar el Café Filosófico:

1. ¿Está justifica la desobediencia a las leyes en un sistema democrático?
2. ¿Supondría la desobediencia a las leyes una ruptura de la convivencia y del pacto social?
3. ¿Es necesaria la desobediencia a las leyes para garantizar un sistema democrático ? 
4. ¿Debe tener límites la desobediencia civil? ¿La libertad de expresión debe tener límites?
5. ¿Es lo mismo objeción de conciencia y desobediencia civil?
6. ¿Se ha alcanzado un mayor grado de evolución social desde la ética del consenso o la del disenso?
7. ¿Somos individuos antes que ciudadanos o todo lo contrario?
8. ¿La desobediencia civil solo es legítima cuando se desobedecen leyes injustas?
9. ¿Todo acto de desobediencia a la ley es un acto de desobediencia civil?
10. ¿Se debe la desobediencia civil a la insociable sociabilidad del ser humano?





[1] Contrario al planteamiento de los grandes pensadores griegos: Sócrates, Platón y Aristóteles, que priorizan la ciudadanía antes que la individualidad, ser ciudadano antes que individuo.
[2] «En un frío día de invierno un grupo de puercoespines se acercaron mucho los unos a los otros, apretujándose, con el fin de protegerse, mediante el mutuo calor, de quedar helados. Pero pronto sintieron las recíprocas púas, que los hicieron distanciarse otra vez a los unos de los otros. Mas cuando la urgencia de calentarse volvió a acercarlos, se repitió otra vez la misma calamidad, de modo que eran lanzados de acá para allá entre uno y otro mal, hasta que por fin encontraron una distancia moderada entre ellos, en la que podían mantenerse óptimamente. Así es como la necesidad de compañía, brotada de la vaciedad y monotonía de su propio interior, empuja a las personas a juntarse; pero sus muchas propiedades repulsivas y sus muchos defectos intolerables vuelven a apartarlas violentamente.» 
A. SCHOPENHAUER, Parerga y Paralipómena.

sábado, 4 de febrero de 2017





Tema:  “La mujer en la sociedad actual: igualdad, discriminación y empoderamiento.”

Lugar:  Asociación Cultural Vela y Mora. Prado del Rey (Cádiz).

Día y hora:  Viernes, día 17 de febrero, a las 17:30 horas.

Organiza:  IES "Carlos III" en colaboración con el AMPA "Fabia Fabiana".


REFLEXIÓN INICIAL

Los nacidos en el siglo XX, y tenemos ya unos años, cuando hablábamos del siglo XXI, nos imaginábamos un mundo sofisticadamente tecnológico: robots inteligentes, coches voladores, conquistas estelares, etc. Y, casi lo hemos conseguido, hemos alcanzado un gran desarrollo científico-técnico que nos permite tener una vida más fácil y feliz, aunque se haya generado otro tipo de problemas derivados del exceso del cientificismo y del uso inconsciente de la tecnología; quizás porque no todo lo que se puede hacer se debe hacer. No obstante, podemos poner en duda si tal crecimiento se ha producido a nivel de la moral en general, y los derechos humanos en particular. No es necesario realizar un exhaustivo análisis de nuestra sociedad para constatar que el ser humano, quizás ha evolucionado poco a nivel moral, o al menos mucho menos  que en el ámbito científico- tecnológico.
Siguiendo el análisis del desarrollo evolutivo del razonamiento moral realizado por Lawrence Kohlberg (1927-1987)[1], podemos afirmar que la gran parte de la población mundial se encuentra en los niveles más bajos de desarrollo moral. Podemos enumerar diferentes ejemplos que verifican este diagnóstico. Nos vamos a parar en uno de ellos: la discriminación de la mujer, objeto principal de nuestro segundo Café Filosófico.
Es cierto que, en la actualidad, la mujer se encuentra menos discriminada que en el pasado, pero sigue siendo víctima  de una sociedad machista que la discrimina en todos los sectores sociales, y más aún en los países en los que no impera la ley como principio de convivencia, fruto de un sistema democrático y un Estado de Derecho.
Son los “renglones torcidos” de la libertad y la dignidad humana: niñas y mujeres sin derecho a la educación y la asistencia sanitaria, matrimonios infantiles, agresiones y violaciones sexuales, mutilación/ablación genital, violencia de género, discriminación legal y laboral, discriminación salarial, discriminación sexual, invisibilidad de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad, etc., etc.
¿Por qué seguimos escribiendo con nuestras actitudes estos “renglones torcidos”? Porque seguimos renovando cada día una sociedad patriarcal con prejuicios machistas, con mitos anclados en la añeja visión determinista y androcéntrica del mundo, porque confundimos sexo y género, porque el aprendizaje social reitera inconscientemente actitudes sexistas y discriminatorias, refugiadas en el peso y el poder de la tradición; porque no se están poniendo en práctica políticas destinadas a reorientar los pilares de la educación, porque no queremos salir de la “zona de confort” reglada bajo los cánones del patriarcado…
Con todo, es necesario un giro “copernicano” a nivel ideológico, demandado por los principios de igualdad, libertad y dignidad humana, simplemente porque mujeres y hombres somos iguales, pero diferentes.
Para conseguir ese cambio en nuestra cosmovisión de lo masculino y lo femenino son necesarias estrategias educativas, sociales e ideológicas. Entre ellas, el llamado empoderamiento de la mujer. Se trata de un término acuñado en la Conferencia Mundial de las Mujeres en Beijing (Pekin) en 1995 para referirse al aumento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder. Actualmente esta expresión conlleva también otra dimensión: la toma de conciencia del poder que individual y colectivamente ostentan las mujeres y que tiene que ver con la recuperación de la propia dignidad de las mujeres como personas. Por tanto, este concepto hace referencia a la capacitación para la emancipación que adquieren las mujeres ante su propia vida, junto al poder colectivo que les dota de estrategias para producir cambios socioculturales…

El debate queda abierto. Seguidamente se sugieren algunos interrogantes como posibles preguntas para iniciar el Café Filosófico:

  • ¿Por qué sigue existiendo en pleno siglo XXI la discriminación de la mujer?
  •  ¿Tan discriminada sigue estando la mujer en la actualidad?
  • Si se denuncia la discriminación de la mujer, ¿por qué se defiende la discriminación positiva de la mujer  como un camino hacia la igualdad?
  • ¿Es posible alcanzar la plena igualdad entre hombres y mujeres?
  • ¿Cómo se puede superar el machismo y la discriminación de la mujer?
  • ¿El empoderamiento de la mujer es una necesidad para superar la discriminación de la mujer?
  • ¿El lenguaje es sexista, potencia la discriminación de género?




[1] Psicólogo contemporáneo discípulo de Jean Piaget, que tras su estudio del desarrollo de la conciencia, llegó a la conclusión de que, a pesar de la pluralidad de contenidos morales (valores y normas), se puede hablar de esquemas universales de razonamiento vinculados a la propia psicológica, en función de los cuales  evolucionamos de esquemas más infantiles y egocéntricos a esquemas más maduros y altruistas. En general establece, siguiendo esta escala evolutiva, seis estadios de madurez creciente, con razonamientos morales diferentes: 1) Obediencia y miedo al castigo. 2) satisfacer los propios intereses. 3) ser aceptado por el grupo. 4) aceptar la normas acríticamente. 5) Derechos constitucionales. 6) Principios morales universales.