El nombre de “La encina de Zeus” no es propiamente filosófico, aunque la temática de este blog sea en su mayor parte filosófica. No obstante, es sobradamente conocida la metáfora del árbol del conocimiento ofrecida por Descartes.
¿Por qué la encina? Porque es nuestro árbol más característico. “En un país con árboles pequeños o regalos a las montañas y las vegas de los ríos, la encina aparece como el gigante negruzco de tallo corto y grueso, de copa amplia y espesa, capaz de albergar a todos los animales de la dehesa y de alimentarlos con su fruto: las bellotas” (NEWMAN, A. Árboles guardianes de la magia). Además, dicen que Zeus, el rey de los dioses, meditaba debajo de una encina para encontrar solución a sus problemas.
Por todo ello, ¿qué mejor lugar para reflexionar, dialogar y respirar que una encina?...
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martes, 9 de octubre de 2018

IV CAFÉ FILOSÓFICO. IES "CARLOS III"


http://comunicacionticluz.blogspot.com/2017/05/actividad-ii-cibercultura-creacion-e.html

Tema: "LA CIBERCULTURA: ¿EL REINO DE LAS SOMBRAS?"

Lugar: Asociación Cultural Vela y Mora. Prado del Rey  (Cádiz).

Día y hora: viernes, día 16 de noviembre, a las 17:30 horas.

Organiza: IES "Carlos III".

Colabora: Asociación cultural Vela y Mora.


REFLEXIÓN INICIAL

Todo fluye, nada permanece".
Heráclito de Éfeso, filósofo presocrático griego.

Todo parece indicar que, al final, Parménides de Elea, filósofo presocrático griego, se equivocaba, a pesar de ser aplaudido por la cultura occidental, y quedar inmortalizado por la metafísica tradicional, al afirmar que el devenir, el cambio es un engaño de nuestros sentidos. Así es, al final, parece que Heráclito, su antagónico “contemporáneo”, y su máximo defensor, Nietzsche, tenían razón: todo cambia, todo fluye, y nada permanece.

Solo basta con mirar a nuestro alrededor para percibir que estamos inmersos en un continuo proceso de cambio, tanto en el mundo natural como el sociocultural. Inmersos en un devenir que escapa a los dictados de nuestra lógica racional de la que tanto presumimos, especialmente la que está avalada por la ciencia; hoy día encumbrada  en el trono del saber y arropada por la “sombra de la verdad”.
Si nos centramos en nuestro contexto sociocultural, observamos que, de forma vertiginosa, está cambiando nuestro modo de vivir y de entender el mundo. Movidos por una cosmovisión virtual y acelerada de la realidad, que está transformando nuestros esquemas mentales, nuestros valores y nuestra forma de mirar el mundo.
En esta espiral de cambios y transformaciones, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación juegan un papel esencial, y especialmente Internet que está generando una transformación radical a nivel cultural, social y existencial: nuevas formas de comunicación y relación interpersonal, interconexión global, desarrollo de la inteligencia colectiva, un nuevo lenguaje, el digital; acceso instantáneo a una información global, cambios en la percepción vital y espacio-temporal, etc. En definitiva, se trata de una sociedad digital alimentada por una cibercultura[1] con la que construimos una realidad virtual, para muchos la auténtica realidad, fundamentada en la libertad absoluta y en el anonimato, entre otros seductores pilares.
En este sentido, la realidad virtual está más viva que nunca, a golpe de una tecla, de un tic, de un solo movimiento de los dedos. Dicen que somos “nativos digitales” conectados con un nuevo cableado neuronal: Internet, telefonía móvil, redes sociales... Con un nuevo universo donde los abrazos, los besos y las lágrimas han dejado de ser reales para convertirte en iconos e imágenes aparentes. En este universo es fácil dejar de ser auténticos, perder nuestra dignidad, nuestra libertad. ¿Estamos construyendo una ética de la apariencia, donde la verdad, la felicidad, la amistad, y todo lo que nos hace humanamente dignos son ecos de la realidad? ¿Seguimos cautivos en el interior de la caverna que ya vislumbró, hace mucho tiempo, uno de los pensadores más universales de todos los tiempos, Platón, en su famoso Mito de la caverna?
Hagamos un poco de memoria colectiva: este mito platónico es como un cuento, con moraleja incluida. En él, nos pide Platón, que imaginemos una caverna subterránea que tiene una abertura por la que penetra una luz. En el fondo de esta caverna viven personas atadas desde la infancia, y no han salido nunca de la misma. Solo ven sombras de objetos materiales proyectadas en el muro del fondo de la gruta. Para ellas la realidad está constituida por sombras. Para Platón, estos prisioneros representan a la mayoría de la humanidad que permanece durante toda su vida viendo solo sombras de la realidad y oyendo únicamente ecos de la verdad. Su opinión sobre el mundo es de lo más inadecuada, pues está deformada.
Esta alegoría refleja la condición del ser humano que renuncia a su libertad, dejando que otros piensen y decidan por él, creyendo que la realidad es como estos quieren que sea. Es la vida sonámbula sumergida en la ignorancia. No se trata de la ignorancia de no saber, sino de la ignorancia de creer que se sabe, cuando en realidad se está engañado, en tanto que creemos que pensamos por nosotros mismos, pero no es así, ya que pensamos lo que piensan los demás: los poderes, los medios de comunicación, la publicidad, las redes sociales, el grupo de WhatsApp, etc.

¿Seguimos estando cautivos?, ¿seguimos creyendo que somos libres, pero en realidad estamos sometidos, llamando libertad a nuestras propias cadenas?
¿Seguimos viviendo en el Reino de las Sombras que nos narcotiza y atontece, perdiendo parte de nuestra dignidad, la libertad?
Tenemos que revelarnos contra la dictadura de las sombras que se alimentan ferozmente en esta sociedad consumista, egoísta, virtual y aceleradamente globalizada. Es importante estar alerta, en estado de insomnio consciente. Para ello, debemos ser autónomos, pensar por nosotros mismos. Ya lo reclamaba en 1784 el gran pensador ilustrado Immanuel Kant, en su obra ¿Qué es la Ilustración?:¡Sapere aude![2] ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!”. Como muy bien afirma, la pereza y la cobardía son las causas de que muchas personas renuncien a su libertad en favor de dejarse llevar, de que otros piensen por ellos. Como él mismo dice en su obra: ¡Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un libro que me presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me prescribe las dietas, etc., etc., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea…”
Esta pereza y cobardía nos hace renunciar a uno de nuestros mayores bienes, la libertad, la autonomía de ser nosotros mismos, perdiendo con ello nuestra propia dignidad.  El precio de todo ello es el sonambulismo y la esclavitud, cayendo en las garras de la ignorancia más dañina y manipulable.
Así es, las sombras siguen existiendo, fruto de una sociedad globalizada y consumista, donde el consumo se ha convertido en la principal fuente de ocio, situando al centro comercial como la caverna del presente. La mayoría de la humanidad está bajo el embrujo y el espejismo de las grandes marcas, que disfrazan sus tentáculos comerciales con pensamientos emotivos y grandes dosis de moralidad. Creemos que buscan lo mejor para la humanidad, cuando en realidad se sirven de estas estrategias para disfrazar sus verdaderas intenciones: convencerte para que consumas y los hagas más ricos: ¡Viva el consumismo! ¡Viva el capitalismo! No nos engañemos, ni Coca-Cola “destapa la felicidad”, ni McDonald´s es el paraíso familiar de comida saludable. Asimismo, la industria tecnológica está creando necesidades donde no las hay, y juega con un aliado consumista subliminal, la obsolescencia programada: los electrodomésticos, las videoconsolas, y en general cualquier aparato tecnológico viene con fecha de caducidad programada. Que mi móvil no es compatible con la nueva aplicación superdivertida de Pokémon GO,  ¡me tengo que comprar la nueva ya! Que mi impresora se ha averiado, ¡de nada sirve arreglarla, me cuesta más que una nueva! Y, qué decir de nuestro preciado tesoro, ¡el móvil!, inmiscuido en lo más profundo de nuestra propia intimidad, es más, esta la hemos perdido en favor de una ceguera social que nos invita a compartir, no solo lo que tenemos, también lo que somos, con amigos virtuales que desconocemos, pero están ahí, no como personas, sino como números, como entidades virtuales. El  móvil se ha convertido en la herramienta de la felicidad, y esta en una realidad virtual, donde importa más lo que aparentas ser que lo que eres.

La espiral sigue creciendo, para bien y para mal. Quizás es el momento de detener la espiral, al menos por unos instantes, para reflexionar sobre la cibercultura y sus consecuencias.

En este sentido se pueden plantear los siguientes interrogantes:

1.       ¿Cómo ha modificado Internet, el uso del móvil y las redes sociales las relaciones humanas y la sociedad en general?

2.       ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene estos cambios? ¿Benefician más que perjudican?

3.       ¿Sobre qué valores se está construyendo la nueva sociedad digital? ¿Se perderán valores, costumbres y esquemas mentales que tradicionalmente han acompañado a la humanidad?

4.       ¿Estamos inmersos, como señalan algunas voces apocalípticas, en un camino de autodestrucción de la propia humanidad?

5.       Si esta cibercultura nos aleja de los fundamentos de la humanidad, ¿cómo podemos reconducir la espiral en la que nos encontramos? ¿Será necesario que se dé una brusca y dolorosa sacudida para que seamos conscientes del cambio climático, el consumimos feroz, el egocentrismo, y otros importantes problemas que debemos solucionar?

6.       ¿Todo esto no es más que una visión apocalíptica de los cambios que están teniendo lugar, y a los que debemos adaptarnos para construir una nueva sociedad que no debemos temer?

7.       Si estamos construyendo una cibercultura, ¿qué derechos y deberes tendrá el ciberciudadano?

8.       ¿Hacia dónde evoluciona nuestra sociedad?



[1] Cultura asociada al mundo de las redes informáticas y a la realidad virtual.
[2] ¡Atrévete a saber!