El nombre de “La encina de Zeus” no es propiamente filosófico, aunque la temática de este blog sea en su mayor parte filosófica. No obstante, es sobradamente conocida la metáfora del árbol del conocimiento ofrecida por Descartes.
¿Por qué la encina? Porque es nuestro árbol más característico. “En un país con árboles pequeños o regalos a las montañas y las vegas de los ríos, la encina aparece como el gigante negruzco de tallo corto y grueso, de copa amplia y espesa, capaz de albergar a todos los animales de la dehesa y de alimentarlos con su fruto: las bellotas” (NEWMAN, A. Árboles guardianes de la magia). Además, dicen que Zeus, el rey de los dioses, meditaba debajo de una encina para encontrar solución a sus problemas.
Por todo ello, ¿qué mejor lugar para reflexionar, dialogar y respirar que una encina?...
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jueves, 28 de abril de 2016

PRIMER CAFÉ FILOSÓFICO. IES "CARLOS III"



Tema: “Ética y Dignidad”.

Lugar: Asociación Cultural Vela y Mora. Prado del Rey (Cádiz).

Día y hora: viernes, día 6 de mayo, a las 18:00 horas.

Organiza: IES "Carlos III" en colaboración con el AMPA "Fabia Fabiana".


“En 1992, Marc Sautet, profesor de filosofía en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de París, durante una entrevista en la radio, contó como algo anecdótico que se reunía con unos amigos para filosofar cada domingo por la mañana en un café de la plaza de la Bastilla, en París. Cuál sería su sorpresa el domingo siguiente, cuando comprobó cómo acudían numerosas personas, deseosas de participar en ese tipo de discusiones informales. Semana tras semana, el número de asistentes iba en aumento, por lo que se hizo necesario buscar algunas reglas básicas de funcionamiento, con el fin de que este tipo de aglomeraciones no se transformase en una algarabía cacofónica. El café filosófico había nacido.”

Oscar Brenifier, Filósofo práctico. Instituto de Prácticas filosóficas.

El café filosófico es un foro de discusión, reflexión y debate; fundamentado en los principios de libertad, respeto y tolerancia. Se trata de un sistema de democratización del conocimiento en general y de la Filosofía en particular. No es un escenario para eruditos y “especialistas” con pretensiones de discursos academicistas. Cualquier persona interesada por la reflexión y el diálogo puede participar. No es un lugar donde se aprende Filosofía, sino a filosofar, dialogar, interpretar y confrontar, para que cada persona saque sus propias conclusiones. Por último, señalar que el café filosófico parte del diálogo socrático.  La pregunta es su esencia y el diálogo su herramienta.

REFLEXIÓN INICIAL SOBRE EL TEMA 

Cuando hablamos de dignidad, al margen de las diferentes acepciones y matices del término, nos estamos refiriendo a una cualidad intrínseca de la naturaleza humana (¡que nos perdonen los existencialistas!), que hace al ser humano merecedor de un respeto esencial. En este sentido, la dignidad es el valor en el que se fundamenta la ética, como exigencia del respeto a la persona humana. Así, la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que el principio de la dignidad humana debe ser entendido como el fundamento último del orden moral y legal.

En el ámbito de la ética individual, la dignidad juega un papel esencial. Desde esta perspectiva, la dignidad se interpreta como autenticidad: la fidelidad con uno mismo. Como bien señala Ortega y Gasset, “la coincidencia del hombre consigo mismo” es el pilar fundamental de la dignidad personal, nuestro imperativo ético esencial. Así se ha afirmado desde la sabiduría perenne:

“Atrévete a llegar a ser quien eres”. Píndaro.

“Cuida ante todo de ser siempre igual a ti mismo”. Séneca.

“Conócete a ti mismo”. Sócrates.

Sócrates, el tábano: amado, aclamado, vilipendiado y “asesinado”; siempre Sócrates. Llegamos a él y partimos de él, por mucho que le pese a Nietzsche. ¿Quién soy? ¿Qué soy? Quizás hemos olvidado lo que somos, hemos dejado de saber qué o quién es el ser humano, y con ello, hemos olvidado ser fieles a nosotros mismos, ser auténticos.

Esta omisión de lo humano nos ha llevado al extravío de la autenticidad, que camina en la indigencia, a pesar de ser una propiedad de lo real, en tanto que lo real es fiel a sí mismo. Las apariencias, los disfraces, las máscaras, las insinuaciones, son los nuevos ropajes de lo real. Lo que perece ser y no es, lo que pretende ser pero no llega a ser; lo virtual frente a lo auténtico. El ser humano anda enmascarado. La virtualidad gira sobre sí misma en las relaciones interpersonales, a través de las llamadas “redes sociales”: sentimientos, emociones, pensamientos, deseos…, “enlatados” en teclados, pantallas táctiles y datos telemáticos que interactúan a una velocidad vertiginosa, al igual que nuestras vidas globalizadas bajo el hechizo del consumismo y la publicidad. Es más, este abandono de la humanidad nos conduce hacia los rincones más inauténticos del ser humano; cuando permanecemos sonámbulos ante las numerosas agresiones contra la dignidad: violaciones de los derechos humanos, crímenes contra la humanidad, guerras sin sentido, etc.
Este olvido, fruto, entre otras causas, del individualismo recalcitrante del ciudadano, recae también en la ética social o pública. Así,  nuestros dirigentes políticos han dejado atrás el verdadero arte de gobernar, en favor del arte de engañar. Lejos les queda la ilustre “Politeia” griega: el gobierno de todos en beneficio del bien común. Hoy, el gobernante se ha contagiado de individualismo, del egoísmo en torno al poder. Pero, no solo el político ha dejado de ser auténtico, el ciudadano ha dejado de vivir conscientemente, “sonambuliza”…

Es importante abrir los ojos a la realidad y comprometernos con ella. Tenemos  que atrevernos a saber (“Sapere aude”. Kant), ser conscientes, responsables y comprometidos. Así lo señala muy bien nuestro pensador más ilustre, Ortega y Gasset: la autenticidad no es solo una cualidad del ser humano como individuo, es también un imperativo moral que abarca la vida social y colectiva. Del mismo modo que cada individuo se enfrenta al reto de ser fiel a su propio ser, también la sociedad en su conjunto puede traicionar su destino o ser coherente con él. En función de sus peculiaridades históricas y culturales, cada época, cada generación (coetáneos que comparten una misma sensibilidad vital), tiene una tarea fundamental que realizar y un destino. ¿Cuál es la nuestra?, la de los ciudadanos de la sociedad contemporánea, la tara de nuestra generación.

A pesar de todo, la autenticidad no es solo un holograma del pasado, sigue perteneciendo a lo real, y por consiguiente a la humanidad, al ser humano como individuo y como ser social. Está presente en la naturaleza, en el beso de una madre y un padre, en el abrazo de un/a amigo/a, en la sonrisa de un/a niño/a. ¿Cómo podemos recuperarla? No nos olvidemos que ella, la dignidad humana, es el paradigma de lo ético, lo político y lo jurídico; es el fundamento de  la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia.

                                                        La autenticidad es una cualidad del ser.
                                                        Brota de la misma naturaleza,
                                                        de la esencia del ser.

                                                       Es la verdadera presencia.
                                                       Lo realmente real.
                                                       Lo que es.

                                                       Ser auténtico
                                                       es ser fiel, honesto y sincero.
                                                       Huir de las máscaras y las apariencias.
                                                       Es sentir la verdad en nuestra vida…
  

Lecturas recomendables:


Fundamentación ética de la dignidad. Expresión jurídica de la dignidad.


Fundamentos de la dignidad humana.


Ortega y Gasset: dignidad de la persona = autenticidad.


Autenticidad.